lunes, 27 de octubre de 2008

Azul oscuro casi negro

Real Sociedad 2 - Castellón 3

Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Labaka, Mikel González, Castillo; Markel, Aranburu (Estrada, min. 85), Gerardo (Agirretxe, min. 67), Sergio (Moha, min. 67); Necati y Díaz de Cerio.
Castellón: Carlos Sánchez (Oliva, min. 75); Diego Reyes, Dealbert, Mora, Rafita; López Garai, Mario Rosas (Mantecón, min. 60), Arana, Nsue; Gari (Dani Pendín, min. 85); Ulloa.

Goles:
0-1, min. 30: Carlos Martínez (p.p.)
1-1, min. 74: Díaz de Cerio
1-2, min. 81: Arana
1-3, min. 88. Arana
2-3, min. 89: Agirretxe

La Real Sociedad, de la mano de Lillo, brindó un nuevo partido para olvidar el fin de semana Anoeta. Aunque veces el problema es que este tipo de encuentros se graban a fuego en la memoria del aficionado, y son difíciles de borrar de su recuerdo. Un nuevo tropiezo, un rídiculo más del conjunto txuriurdin que se aleja de sus pretensiones y queda anclado en la parte media-baja de la tabla.

Los primeros 45 minutos fueron de auténtico calvario. Una Real plana trataba de ganar en el centro de campo una batalla perdida antes de comenzar. Sin apenas jugadores capaces de ello Lillo confía en que el duende le vuelva a Aranburu por arte de magia y contagie a un renqueante Markel Bergara, muy sólo y algo mermado físicamente. La idea de Lillo de tener la pelota, jugarla, sobarla, cansarla y crear algo de fútbol se murió con las bajas de Elustondo y Prieto pero el entrenador está empeñado en ella. Y así, fue imposible que De Cerio y Necati pudieran hacer algo en condiciones, puesto que el balón moría siempre antes de acercarse a ellos.

El Castellón, cómodo, dominaba en el centro del campo y apretaba a una Real que vaciló defensivamente. Lo que nos faltaba. Si la única línea de la que podíamos sentirnos algo orgullosos comienza a flaquear, apaga y vámonos. Dice el refrán que todo se pega, menos la belleza. La solidez también debe de formar parte de la excepción porque parece que Mikel González, Bravo y cía comienzan a parecerse a los que tienen delante suyo.

Así, las oportunidades que se pudieron ver en Anoeta durante esa primera parte fueron todas del equipo visitante, que parecía jugar a medio gas, esperando el fallo local. Que llegaba. Balones perdidos, pases imprecisos, malas entregas, incluso los rechazes del meta chileno, que nos tiene acostumbrados a un potente juego con los pies, acababan en posesión de los jugadores del Castellón. El ex realista Gari Uranga tuvo la oportunidad, en el min. 25, de adelantar a su equipo, pero el de Ibarra no fue capa de marcar. Cinco minutos después, un centro al áera de Rafita que no fue capaz de atajar Bravo acabó en los pies de Carlos Martínez, quien, por inercia, envió el esférico al interior de la portería. Un detalle injusto con el que estaba siendo el mejor realista en el campo, el único que lo intentaba. Y antes de que el árbitro pitara el descanso, la Real pudo encajar otro gol.

Con la reanudación el conjunto txuri urdin pareció cambiar el chip. Perdida la batalla del centro del campo, las internadas de Carlos Martínez empezaron a ganar sentido y la Real intentó, con un juego más directo, contactar con De Cerio y Necati, dos islas en el naufragio donostiarra. Fueron los mejores minutos locales ya que la Real creó sensación de peligro y tuvo alguna ocasión de igualar la contienda. Pero atrás seguían los problemas y en cada arrancada del Castellón el equipo de Lillo sufría. Bravo tiene, desde que llegó, una buena relación con las porterías de Anoeta y el domingo volvió a demostrarlo. Fueron varias las veces que la Real pudo haber encajado goles pero el larguero y el palo de la portería del chileno lo impideron.

Y entonces llegó el tanto de De Cerio. Parecía, vista la segunda parte, que la Real podía venirse arriba con ese gol, tratar de remontar el partido o, cuando menos, evitar que volaran los tres puntos. Pero no fue así. El tanto de Iñigol pareció aletargar o relajar a los blanquiazules que volvieron a perder el balón y las ideas. De nuevo los de Lillo intentaron sacar la pelota jugándola, de nuevo quisieron mandar en el centro del campo y volvieron a darse de bruces con la realidad. Lo que siguió fue un calco de la primera parte. Y llegó el segundo gol. Y el tercero. Y la gente, entre pitos, comenzó a desfilar camino a la salida de Anoeta. Un nuevo ridículo, que recordaba al sufrido un año atrás, ante el mismo rival, en la primera jornada en Segunda División.

En los últimos cinco minutos, perdiendo 3-1, Agirretxe marcó un bonito gol que empujó a la afición -la poca que quedaba- y al equipo pero que para poco sirvió. Un tanto que le sirve al delantero realista para reivindicarse en un momento en el que el gol escasea en la Real. Y que maquilló el marcador de un partido en el que la afición de la Real vio la realidad oscura, muy oscura. Casi negra.

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