Aranburu se ha convertido en estos últimos días en protagonista indeseado de una parte de la actualidad del conjunto txuri urdin. Tras los pitos que Anoeta dejó oír el pasado sábado dirigidos al capitán realista (pitos tímidos, eso sí), Juanma Lillo salió a la defensa de su jugador espetando que le parecía “vergonzosa” esa actitud. Por otra parte, el de Azpeitia se acerca a su partido 300 con la elástica txuri urdin, una espectacular marca cumplirá el próximo sábado, lejos de Donosti, en Girona. Siempre que juegue, claro.
Y de momento nada parece indiciar lo contrario, pese a que el estado de forma de Aranburu ha logrado poner de acuerdo a la masa realista en su mayoría, un mérito que hay que reconocerle al entrenador realista. Lillo se ha obcecado con la necesidad de un Aranburu titular. En cambio, hasta los defensores más acérrimos del capitán ven ahora que el azpeitarra no está para jugar, o al menos no para ser titular.
Lo preocupante es la tensión que puede provocar esta situación en la relación Aranburu – afición. Pocos jugadores hay en la plantilla que merezcan el apoyo, el respeto, los aplausos y el reconocimiento de la afición como Mikel Aranburu, un jugador de club, entregado, serio y de calidad. El azpeitarra no pasa por su mejor momento en el campo, pero la afición no puede olvidar todo lo que ha dado y da por el club de sus amores. El objetivo de la ira de los aficionados realistas –muy acostumbrados, por otra parte, a tener un chivo expiatorio con el que pagar las penurias realistas-, no debe ser Mikel Aranburu.
Desde estas líneas me uno a todos los que piden que Aranburu no figure en el once inicial. De hecho, y egoístamente, espero que no juegue en Girona. Me gustaría que el azpetiarra salga desde el banquillo en el siguiente encuentro en Anoeta, para cumplir su partido número 300 con los colores que ama, y sea recibido con una sonora ovación de SU afición. Porque se lo merece.
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