Sevilla Atlético 1 - Real Sociedad 0
Sevilla Atlético: Vargas; Óscar Ramírez, Cala, Marc Valiente, De la Bella; Cabral, Cordero (Coto, m.84), Armenteros, Perotti; José Carlos (Víctor Díaz, m.75) y Pukki (Fernando, m.67).
Real Sociedad: Bravo; Castillo, Mikel, Labaka, Gerardo; Necati, Aranburu (Moha, m.73), Diego Rivas (Markel, m.73), Martínez; Sergio (Marcos, m.58) y Díaz de Cerio.
Gol:
1-0, m.21: Pukki.
Había quien, el sábado al mediodía, decía que el cambio de campo beneficiaba a la Real, por eso de jugar en un estadio más grande. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos provocó que el Sánchez Pijuán no fuera sino un espectador de lujo de una derrota más que sonrojante de un equipo que aspira, o debería, al ascenso, ante un filial bastante-muy flojo. Una tarde para olvidar.
Un patético partido acabó con la imbatibilidad de la Real en este inicio de Liga, en un partido en el que Lillo plantó una línea de cuatro atrás y a Rivas y Aranburu para mandar en el centro del campo. Nada más lejos de lo que ocurrió. El conjunto txuri urdin no fue capaz, en ningún momento, de hacerse con el control de un partido en el que fue en todo momento a la deriva, haciendo gala de un cúmulo de incapacidades y desgraciados errores, que podrían haber valido una más sonrojante derrota si el Sevilla Atlético hubiera sido capaz.
Lo cierto es que el filial sevillista no necesitó emplearse a fondo para sobrepasar al conjunto realista. Un sobrio trabajo defensivo les sirvió para intimidar a De Cerio y la Real Sociedad se encargó del resto en el centro del campo. Rivas volvió a demostrar que no puede confiarse en él para crear juego y Aranburu emuló sus peores tardes, que cuando las tiene uno no se entera ni de que pisa el terreno de juego.
En ningún momento la Real mostró actitud, ni capacidad, ni ideas, ni fuerzas como para dominar el partido y ya desde el minuto 21, por debajo en el marcador, los txuri urdin jugaron a trabas, con innumerables imprecisiones, y como aletargados tras el gol. Los donostiarras adelantaron sus líneas, buscando tener algo de presencia en el área contraria pero lo único de lo que fueron capaces fue de sobar la pelota en su propio campo y perderla al mínimo intento de jugarla.
"El fútbol es así", es uno de los múltiples tópicos que rodean el mundo de este deporte. La del sábado fue una tarde aciaga. Con el pasar de los minutos la angustia se apoderó de un equipo que en toda la primera parte no fue capaz de hacer ni siquiera, una jugada de peligro. Mientras, un Sevilla Atlético pobre fue capaz de volver a poner en vilo el corazón de los aficionados realistas cuando, en el minuto 32, José Carlos lanzó un balón que pasó rozando el larguero.
Hubo que esperar a la reanudación para poder ver el primer disparo peligroso de la Real. Fue de De Cerio y salió rozando el poste. No fue hasta que salió Marcos al campo cuando el equipo de Lillo comenzó a notar algo de chispa, pero sin excesos. Mientras, el Sevilla comenzó a aprovechar los espacios que la Real dejaba en sus intentonas y, servido de regalos de la zaga realista, volvió a llegar con peligro a la portería de Bravo.
La oportunidad para la Real de dar un regalo a los suyos -que se dejaron la voz en el vacío Sanchez Pizjuan-, llegó en el minuto 78, con un libre directo dentro del área sevillista, después de que el árbitro pitara cesión. Pero el lanzamiento de Marcos se estrelló en la bandera, al igual que todas las esperanzas de los aficionados realistas. Y hasta que el silbato marcó el final, nada nuevo se vio en el campo.
Se trata tan sólo de una derrota, la primera de la Liga, que no ha llegado, además, hasta la jornada X. Pero el juego de la Real fue el que levantó el pesimismo. Parece que este conjunto eche mucho de menos a jugadores como Elustondo y Prieto, y la plantilla no es la más larga para comenzar acusando bajas en este incio de temporada. El partido de Copa puede ser un mero trámite y ganar al Xerez, o al menos, convencer al respetable en Anoeta el próximo sábado, se antoja en estos momentos como algo vital. Sobre todo, para cerrar bocas y acabar con el espíritu pesismita que, tras este tropiezo, amenaza con conquistar a la masa txuriurdin.
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