martes, 27 de mayo de 2008

Con la directa

Tenerife 1 - Real Sociedad 2

Tenerife: Raúl Navas, Marc Bertrán, Pablo Sicilia, Culebras, Juanma; Iriome, N'Diaye (Arruabarrena, min. 83), Óscar Pérez, Ayoze (Cristo, min. 74), Longás (Julio Hormiga, min. 86); y Nino.
Real Sociedad: Riesgo; Gerardo, Mikel González, Labaka, Castillo; Garitano, Martí, Aranburu, Gari Uranga (Novo, min. 87); Díaz de Cerio (Nacho, min. 78) y Delibasic (Víctor, min. 78).

Goles:
0-1: m.4, Martí.
1-1: m.26, Óscar Pérez.
1-2: m.79, Víctor.


La Real de Lillo ha engrasado la maquinaria, ha encendido los motores, ha fijado una meta y ha puesto la directa para llevar, sin prisa pero sin pausa al destino final. Tenerife era una de las escalas del camino y pese a que los engranajes parecían fallar, finalmente la maquinaria no falló y en dos momentos de lucidez, acertó a aportar al equipo el rendimiento que de ellos se exige, que es, ni más ni menos que ganar.

En un partido horrible, de los peores del equipo en lo que va de temporada, en un partido en el que, probablemente, los nervios fueron los causante de la ausencia de juego por parte del conjunto txuri urdin. La Real saltó al campo pero no fue capaz de meterse en el partido en ningún momento. El Tenerife, en cambio, salió enchufado y se hizo dueño del partido desde el primer minuto. Sin embargo, cosas de la vida, fue la Real la que se adelantó en el marcador con un temprano golde Martí, quien en un despiste monumental de la defensa rival, hizo gala de su inteligencia y marcó un bonito gol.

Ese pequeño alivio permitió a la Real y a sus aficionados respirar algo acompasados mientras las ocasiones del Tenerife se sucedían una tras otra. Lillo dijo al término del partido que el divorcio de los delanteros se había pagado caro pero más bien parecía que el matrimonio desavenido era el de la Real con el fútbol, el de los txuri urdin con el balón. Apenas olían el esférico y cuando eran capaces de rozarlo lo perdían. Escaso de ideas, desafortunado, impreciso.... así se mostró el conjunto donostiarra en Tenerife el pasado sábado. Riesgo y el poste de su portería se encargaron de dejar en sustos los pequeños infartos que sufrían los aficionados realistas en el campo o al otro lado del televisor. Pero la evidencia del gol tinerfeño asolaba en su mente mientras el Málaga se adelantaba en su partido contra el Sevilla. Así, en el minuto 26 llegó el gol del empate que dejó a la Real a merced del equipo local que hacía y deshacía a su antojo. Excesivo premio el de los txuri urdin, que se encaminaron a los vestuarios en el descanso con el empate bajo el brazo.

Los aficionados que esperaban un cambio de actitud del equipo en un partido en el que se jugaban todas las esperanzas del ascenso se equivocaron. Poco o nada cambio tras la reaundación y la Real volvió a ser un mero títere de la voluntad del Tenerife, que no gozó de la fortuna necesaria para conseguir la victoria que merecían. El palo, la mala suerte y Riesgo, se encargaron de mantender intactas las posibilidades del conjunto txuri urdin que se materializaron con la salida de Victor al campo. Llegar y besar el santo, que se dice. El gol de Víctor fue vital. Los realistas lo celebraron como tal. Los aficionados también. Y también los que veíamos el partido nerviosos desde casa. Un gol que enchufó a la Real al ascenso. Un gol que confirmó la racha positiva y la progresión ascendente del club. Un gol que acercó un punto más al equipo a primera. Un gol que valió la victoria. Porque el tanto del delantero realista sirvió para mermar a los tinerfeños, cansados física y anímicamente de luchar contra la fortuna. Un gol de tres millones. Otra vez.

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