Alavés 3 - Real Sociedad 2
Deportivo Alavés: Bernardo; David Coromina, Gaspar Gálvez, Mateo (Miguel Pérez, m. 74), Tarantino; Gabri (Igor Martínez, m. 62), Sergio Rodríguez, Mehdi Lacen, Toni Moral; Adrián López (Jairo Alvarez, m. 83) y Aganzo.
Real Sociedad: Asier Riesgo; Gerardo, Labaka, Mikel González, Castillo; Garitano; Martí, Aranburu, Gari Uranga (Xabi Prieto, m. 59); Díaz de Cerio (Víctor Casadesús, m. 75) y Delibasic (Nacho, m. 84).
Goles:
0-1, m. 9: Díaz de Cerio
1-1, m. 48: Adrián López
1-2, m. 69: Delibasic
2-2, m. 90(+2): Jairo Álvarez
3-2, m. 90 (+4): Toni Moral
La Real se ha convertido en el nuevo juguete roto del destino, la última versión de la broma eterna con la que el sino se ríe de todos nosotros, en una mala copia de ese funesto que los colchoneros se atribuyen a si mismo, mezcla de equipo esperpéntico y "pupas" al que ocurren todas las cosas raras y malas a la vez. Sí, todos lo piensan de su equipo, y ayer mismo la Real "jugó" por decir algo (jugó con su suerte y con nuestros corazones, pero lo que es a fútbol más bien poco) contra un equipo al que le han pasado muchas cosas malas en los últimos años. Pero la Real parece dispuesta a superar al Alavés y a cualquiera que se le ponga por delante en cúmulo de frustraciones y malas experiencias, porque lo de ayer fue un duro golpe a una afición que se veía con los deberes prácticamente hechos a falta de un minuto.
Tras semanas y semanas de escuchar aquello de "¿cuántos partidos hay que ganar para subir?", "si ganamos todos los partidos subiremos..." resulta que al final la antepenúltima y penúltima jornada se convirtieron en partidos a ver quién-fallaba-menos más que quién-lo-hacía-mejor. Y en esa triste competición la Real se llevó la palma con 1 punto de los 6 últimos posibles, y además en ambos casos tras haber ido ganando, por partido doble en Mendizorrotza. Con la idea de depender de otros comenzó el partido la Real y acabó olvidando que dependía también de su peor enemigo, que no era siquiera el Alavés que juega en un campo convertido ya en de infausto recuerdo para la afición txuriurdin, sino la Real misma. Con un esquema destinado a controlar el centro del campo con Garitano, Martí y Aranburu; De Cerio (que pese a jugar en una posición teórica en la que su aportación disminuye drásticamente supo aprovechar sus virtudes) y Uranga en bandas y Delibasic arriba. La Real tuvo la suerte de adelantarse en el marcador en un sensacional robo de Martí que acabó en una jugada bien culminada por De Cerio que estuvo listo para meterse en el área yéndose al centro desde la derecha y aprovechar el regalo de la zaga albiazul. La Real se metía en ascenso y el jolgorio generalizado entre las masas txuriurdin allí congregadas.
A partir de ahí una Real timorata incapaz de hacerse con el centro del campo donde sólo Garitano rindió con solvencia mientras Martí se perdía y Aranburu se mareaba a si mismo, dejaba el balón a un Alavés que encontró en las bandas su mejor filón. A Gerardo le tocó bailar con la más fea, el jugador con más clase del Alavés (para saber quién es recurran a una crónica especializada) (si lo quisieran leer uds. no estarían aquí) y Castillo también las pasó canutas en su banda. Los centrales aguantaron en la primera parte, sobre todo González pero aun así se concedieron claras ocasiones al Alavés que hacían sospechar que la meta de Riesgo no se quedaría en 0. La Real por su parte tuvo en botas de Uranga su ocasión de matar el partido pero el de Ibarra se durmió.
Tras la reanudación se confirmó lo que se venía viendo, el Alavés empató el partido y la Real no demostró demasiada capacidad para adelantarse en el marcador más que en algunas contras ante un Alavés jugándose la vida. Aún así las noticias que llegaban de fuera hacían soñar (el Sporting encajó un gol en Castalia) y un gol de la Real metía a la Real directamente en la gloria. Y llegó efectivamente en una contra, un robo de balón de Delibasic y una buena combinación entre él y De Cerio llevó el delirio a la grada realista. Pero la Real no fue capaz por segunda vez de rematar el partido y al final fue ella la que pagó los errores en botas de Uranga, Aranburu y Víctor y la que le regaló al Alavés la oportunidad de remontar encerrándose atrás y dejando un franco balón para el remate en su propia área en el minuto de descuento. Enorme frustración y ruptura de un sueño que dio paso a otro gol en contra que no influye demasiado en las posibilidades del domingo (solo nos habría valido para algo si el Sporting pierde y la Real gana) pero que dejó un peor sabor de boca aún en todos los aficionados.
Un final esperpéntico para un equipo que juega desde hace mucho con el absurdo, el absurdo de la copa que ya nos tomamos a risa por no llorar, el absurdo de haber ido destruyendo todo lo que eramos para ir de mal en peor, el absurdo de descender con un equipo hecho "con la razón y no el corazón", el absurdo de Badiola y todos los fuegos de artificio sobre las oleadas de dinero chino. La constatación de un equipo que pasa de tener su destino en la mano, a quedarse en manos del destino.
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